Uno de los vectores más importantes de la Responsabilidad Social de la Empresa (RSE) es el que hace referencia al buen gobierno. A
pesar de su carácter central, con capacidad para marcar la alineación
de los otros vectores con la estrategia corporativa y la perdurabilidad
de la empresa, a menudo es el más desatendido. Sin un
modelo de gobernanza que incorpore un componente de RSE, los otros
vectores, referentes a impactos económicos, sociales, laborales y
ambientales, quedarán cojos, no dispondrán del apadrinamiento directivo,
e incluso pueden dar lugar a ineficiencias por falta de alineamiento a
la estrategia corporativa.
Es en el vector de buen gobierno donde se gesta el sentido empresarial de la responsabilidad social, donde un empresa desarrolla sus valores y su cultura, y donde
integrará la RSE como elemento relevante de la Misión y la Visión
corporativas. Sin una integración de la RSE en el
vector del buen gobierno no se podrá desarrollar un modelo de liderazgo
responsable ni, por tanto, una cultura corporativa basada en atributos
de RSE como la ética, la sostenibilidad, la honestidad, la
transparencia, la responsabilidad... Si grandes palabras como la ética
nos pueden hacer pensar que nos referimos a modelos ideales no
suficientemente relacionados con la gestión empresarial del día a día,
sólo hay que analizar las graves ineficiencias que conllevan la falta
de transparencia y honestidad dentro de una organización para entender
las consecuencias nefastas que pueden causar.
Hablar de buen gobierno tiene una derivada muy especial cuando nos referimos a una empresa familiar, ya que todos los elementos que este tipo de empresa tiene debido a
que puede desarrollar unos valores sociales muy potentes, en correlación
a los de la familia, también pueden revertir en factores negativos
cuando la gestión no socialmente responsable del componente familiar
suponen un grave inconveniente para las relaciones personales,
laborales, e incluso para la continuidad de la empresa.
Para referirnos a algunos aspectos relevantes y conocidos, la vulneración de los criterios de meritocracia y promoción profesional
cuando un familiar ocupa posiciones para las que no está preparado o
bien se le crea un puesto de trabajo artificial que no aporta ningún
valor supone una alteración del sentido de RSE, y pueden provocar un sentido de desresponsabilización del equipo de
profesionales, enrarecimiento del clima laboral, y pérdida de talento. Un exceso de familiares trabajando en la empresa dificultará la incorporación de buenos profesionales.
En este sentido, desde una visión de responsabilidad para con los
diferentes grupos de interés, y sobre todo hacia las personas de la
empresa, sean trabajadores, familia o propiedad, es fundamental disponer
de un protocolo familiar que pueda marcar las pautas o principios de las relaciones profesionales y económicas entre empresa y familia; y prevenir aspectos familiares o personales que afectan a los criterios profesionales que deben regir la gestión de la empresa.
El otro aspecto relevante que queríamos citar no está relacionado con
las interferencias en el funcionamiento cotidiano y el clima humano
sino en la eventualidad de una crisis empresarial fruto del traspaso del propietario cuando no hay las condiciones para una continuidad establecida o pactada tanto a la propiedad como a la sucesión en los poderes. Y
aquí deberíamos hacer referencia a la necesidad de hacer testamento
para prevenir futuros problemas entre hijos, divisiones no aconsejables
de la propiedad, desvinculación si el capital mayoritario de la empresa
familiar pasa a manos de hijos que no están vinculados, la pérdida de la
empresa familiar para venta a terceros, o incluso la bajada empresarial
fruto de las tensiones internas y la mala gestión.
Hay que recordar que la responsabilidad social pretende fortalecer las empresas con una mayor capacidad de crear valor para todas las partes, de manera que una empresa que no se oriente a mejorar los beneficios o
al menos a mantener su posición competitiva no podrá garantizar los
puestos de trabajo y la creación de riqueza que termina beneficiando
a todos los grupos de interés, incluido el propio territorio. Por
lo cual, cuando abordamos estas materias relacionadas con el vector del
buen gobierno no estamos en un área colateral de la RSE sino en su
pleno corazón, ya que estamos planteando elementos nucleares en la
relación de la empresa con unos grupos de interés centrales y factores
relacionados con su supervivencia.
Nota: artículo publicado en Diario Responsable
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