¿Cuál es tu visión del concepto responsabilidad social corporativa?
J. M. C.: Estamos ante un 
fenómeno que se está produciendo en algunas empresas y que tiene una 
historia relativamente corta, de diez o quince años. Cuando hablamos de 
responsabilidad social corporativa es un enfoque de gestión 
relativamente nuevo, en el sentido que no es un tema colateral, sino que
 está estrechamente vinculado a la propia estrategia de la empresa. Es 
una dinámica imparable y cada vez hay más empresas que se suman a ella, 
porque forma parte de lo que la sociedad pide y hay la expectativa de 
que las empresas que tienen madera de líder vayan integrando la gestión 
responsable.
¿La Fageda es un ejemplo de empresa responsable corporativamente?
A. R.: Nosotros nunca nos hemos 
puesto como ejemplo de empresa responsable, pero respondemos quizá a un 
paradigma social que ha encajado en algo que, como dice el profesor 
Canyelles, se ha convertido en una moda o una cosa que es necesaria para
 la sociedad.
Recientemente habéis sido nombrados entre las 
cien mejores empresas del Estado en el ranking general Merco y en la 
posición veintidós entre las empresas más responsables. ¿Cuál es vuestro
 secreto?
A. R.: Pues tengo que reconocer 
que hay un secreto que se me escapa, porque nosotros trabajamos en el 
ámbito catalán y este ranking es de ámbito español y no sé cómo ha 
trascendido nuestro modelo de trabajo hacia todo el Estado. Lo que intentamos es ser coherentes y sinceros en los discursos, el producto y la imagen. Creo que es un ejercicio de responsabilidad ante la sociedad.
No hay muchas empresas como La Fageda.
J. M. C.: La Fageda es un modelo 
muy singular, porque, además, se trata de una entidad con un convenio 
social en su propia misión. Cuando hablamos de responsabilidad no 
necesariamente tiene que ser una entidad, una empresa que tenga este 
objeto social en su propia misión. De hecho, muchas organizaciones que 
tienen una misión de carácter social, no lucrativo, se piensan que la 
responsabilidad social es un hecho que está implícito en ella. Sí es 
verdad que por el hecho de no ser lucrativa una organización ya incluye 
unos ciertos valores, pero siempre es bueno alertar de que esto no 
presupone que se tenga un modelo de gestión responsable.
Desde el principio de La Fageda habéis optado por un tipo de empresa diferente de la convencional, ¿verdad?
A. R.: La Fageda empezó al revés 
de una empresa convencional. Nosotros teníamos los trabajadores, que era
 gente que no quería nadie porque salía del manicomio, pero no teníamos 
ni el negocio ni el capital. Entonces se buscó una actividad que pudiera
 ser sostenible económicamente para dar un trabajo real a estas 
personas, generar riqueza y satisfacer una necesidad del mercado. En 
este sentido sí es una empresa diferente.
J. M. C.: Yo creo que el caso de La Fageda, además de 
ser una experiencia empresarial excelente, pone también sobre la mesa 
que no basta con tener una finalidad social, sino que aquellas organizaciones que aspiren a una excelencia social deben gestionar la responsabilidad que asumen ante la sociedad. Y esta cuestión va mucho más allá de la propia misión de una empresa.
¿Hay muchas reticencias en las empresas a la hora actuar para ser más responsables corporativamente?
J. M. C.: Hace unos años, cuando 
estaba muy vivo el debate de la responsabilidad social, había grupos de 
interés y organizaciones empresariales que tenían reticencias hacia el 
desarrollo de la responsabilidad social, porque entendían que si se 
acababa imponiendo este discurso la responsabilidad social terminaría 
siendo una imposición. La responsabilidad social es un enfoque libre y una práctica voluntaria
 de cualquier empresa; lo que es obligatorio es cumplir la ley. Por lo 
tanto, yo creo que las reticencias ideológicas han pasado, y ahora han 
apostado por la responsabilidad más empresas.
¿Muchas de estas reticencias tienen el origen, 
posiblemente, en que los empresarios ven incompatible el éxito 
empresarial y la responsabilidad social corporativa?
J. M. C.: La mayoría de las 
empresas piensan que la responsabilidad social es un gasto extra y que 
es algo que se hace porque hay que hacerlo. La responsabilidad 
no quiere decir que una empresa tenga que hacer más de lo que le 
corresponde como empresa, sino que aquello que hace, debe hacerlo de una
 forma diferente. Una empresa no tiene que aspirar a ser una 
ONG: una empresa tiene que seguir ganando dinero, pero debe hacerlo de 
una forma más legítima, creando un valor, además de económico, social. 
Cuando entendemos que la responsabilidad empresarial es una forma de ser
 y no un valor colateral, desaparecen las reticencias de las 
organizaciones.
A. R.: La Fageda no tiene afán de lucro, pero esto no 
quiere decir que no ganemos dinero, porque, si no, no seríamos 
sostenibles y deberíamos cerrar, dado que no nos sustentamos en 
subvenciones. La diferencia reside en el hecho de que el dinero que ganamos no se lo embolsa ningún propietario, sino que lo reinvertimos en la propia empresa y en los trabajadores.
¿En La Fageda habéis oído aquello de «tenemos que ser responsables porque hay que serlo»?
A. R.: No compartimos el modelo 
ONG, sino que nos miramos más el modelo empresarial. Tratamos de no 
perder nuestra razón de ser, pero por lo que respecta a las herramientas
 y el modo de hacer somos mucho más empresa y, además, esto nos sirve 
terapéuticamente para las personas con discapacidad que trabajan con 
nosotros con respecto al sentido de la responsabilidad. Es decir, estos 
yogures se tienen que vender y, si el yogur no está muy pesado o muy 
tapado y no se vende, tú no ganarás el sueldo.
En el caso de La Fageda, además de contratar a 
personas con discapacidad o con trastornos, también realizáis el 
seguimiento de ellas una vez jubiladas. Este compromiso con las personas
 va más allá de vuestra responsabilidad como empresa con los 
trabajadores.
A. R.: Sí, pensamos que tenemos una responsabilidad de toda su persona mientras lo necesite.
 Por eso hemos montado un club social para los jubilados y son felices 
yendo a él. Por suerte, estamos en el campo y hay sitio i trabajo para 
todo el mundo.
Así pues, esta experiencia ha sido positiva.
A. R.: Sí, sí. Del mismo modo que
 en su momento se necesitaba un servicio de viviendas y decidimos 
cubrirlo construyendo unas viviendas sociales para los trabajadores que 
lo necesitaran. Muchos de nuestros trabajadores forman parte de un 
colectivo con muchas carencias, no solo de tipo intelectual sino también
 de tipo social.
En España y en Cataluña, ¿cómo está entre las empresas y los empresarios el tema de la responsabilidad social corporativa?
J. M. C.: A partir de los años 
2003-2004 se empezó a hablar mucho de la responsabilidad social 
corporativa. Más allá de la noticia y de la anécdota, si cogemos todas 
las empresas del país y miramos cuántas son responsables, quizá nos 
frustraríamos pensando que son pocas, pero, claro, pasaría el mismo si 
las cogiéramos todas y miráramos cuántas cumplen el marco legal. Las
 empresas que pueden aspirar a la responsabilidad social son un 10% o un
 15%, que ya han empezado a trabajar la calidad para lograr la 
excelencia con una visión más social. En Cataluña, en concreto, muchas de las pymes tienen claro que la responsabilidad forma parte de su modelo de empresa.
A. R.: También hay que tener en cuenta que este 
componente de «moda» de la responsabilidad puede ser un poco hipócrita, y
 que espero que no ponga en compromiso el movimiento sincero de 
responsabilizarse. Pero sí está la cuestión del maquillaje y del 
marketing amparándose en la responsabilidad social, y esto hay que 
decirlo. Si no hay una voluntad sincera y un cambio real, lo que se hace en realidad es perjudicarse más por una falta de coherencia.
 
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